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Film Estreno

El Limpiapiscinas

Con la nana no es pecado El limpiapiscinas

Por Jorge Morales

En los '80 muchos directores chilenos eligieron hacer películas que retrataban el mundo popular, pero con un nivel de conocimiento y profundidad tan precario, que más parecía una parodia que la documentación vívida de una realidad social. Muchos, en su minuto, suponíamos que si esos realizadores hubiesen invertido mejor su tiempo en observar su entorno –más cerca de La Reina que de La Pintana- quizás los resultados de sus esfuerzos cinematográficos hubiesen sido más honestos y menos caricaturescos.

No es que hasta ahora no existieran acercamientos a otras realidades socioeconómicas (o a otros temas que colateralmente tocarán cuestiones sociales), pero nunca había sido tan manifiesta esa "mirada" desde el mismo título. En rigor, El limpiapiscinas implica poner el foco sobre un oficio que forma parte de los privilegios de un sector acomodado: nadie puede requerir los servicios de un limpiapiscinas si no tiene una piscina y, una piscina en casa, es un espacio de esparcimiento en Chile para un puñado de personas adineradas.

Aunque es inverosímil que alguien pueda reunir dinero suficiente para pagar la universidad haciendo labores de aseo durante el verano –que es el incentivo del protagonista, Gustavo Ortiz (Sebastián Badilla), para hacer ese trabajo-, lo particular del empleo además son sus limitaciones geográficas. ¿Cuántas casas tienen piscina? Curiosamente, Gustavo Ortiz no circula más allá de su barrio, apenas una manzana a la redonda, como si se tratara más de un hobbie, o una excusa para relacionarse con una chica, que un medio de supervivencia. Y es que Ortiz no forma parte real de la servidumbre circulante sino que es un "esforzado joven", hijo de un vecino en apuros económicos. Este elemento al que pudo sacársele partido –la obligación de un "hijito de papá" a trabajar en un ambiente donde antes él era "patrón"- es apenas insinuado porque la película constantemente peca de inocencia. Como si su director, José Luis Guridi, dimensionara la trama sólo como las aventuras de un gordo-nerd-enamorado-de-su-compañera-guapa-de-la-escuela, y no un soterrado conflicto social.

Lo paradójico es que esa candidez termina por desnudar prejuicios clasistas. El singular papel que tienen las empleadas domésticas en la película documentan un hecho conocido y real en el sector ABC1: las nanas son el blanco ensoñado de la libido masculina. Iniciando la cinta, la empleada de Nicole (la chica de la que está enamorada Ortiz), renuncia a su trabajo cuando es sorprendida teniendo relaciones sexuales con la pareja de la adolescente. El contraste entre ambas mujeres es evidente: Nicole es joven, linda y de origen europeo, y la empleada doméstica es gorda, fea y de origen mapuche. Y eso se supone es lo gracioso, que el chico se fijara u optara por acostarse con la nana teniendo una polola así. Esto que podría ser sólo un apunte, se repite en dos ocasiones más, cuando el segundo novio de Nicole la engaña con su nueva empleada, y cuando Ortiz –que ya ha conquistado a Nicole- en un malentendido pareciera que está manoseando a otra nueva nana.

Este humor tan característico de la revista picaresca latinoamericana, y en clave dramática de un sinfín de telenovelas (desde históricos culebrones venezolanos como La Zulianita), hace rato que no se veía de un modo tan involuntariamente prejuicioso como en esta película. Pero la inocuidad de El limpiapiscinas es su peor defensa. Guridi y Badilla (coguionista y productor de la cinta) no tienen un punto de vista sino que simplemente ven el lado humorístico de la situación, a la manera que los cómicos de televisión se ríen de los homosexuales porque les parecen divertidos sus mohines afeminados.

Sumadas sus falencias técnicas –en la descolorida y reventada fotografía, y un tratabillado montaje, ambas tareas que se arrogó el mismo director Guridi (curiosamente, con una larga trayectoria como realizador publicitario)-, los indisimulados placement, y la total falta de carisma y poca empatía de su protagonista (que no saca una sonrisa en toda la película), El limpiapiscinas podría ser un completo desastre si no existiera esa insinuación de autoexamen. Pero para reírse de uno mismo, del medio social donde uno se desenvuelve, hay que tomar distancia y tener una mínima conciencia ética y hasta política de los materiales en juego. De lo contrario, como en este caso, se termina mostrando lo que uno es y no lo que uno quiere decir.

El limpiapiscinas
Chile, 2011
Dirección:
Producción:
Guión:
Fotografía:
Montaje:
Música:
Elenco:

Duración:
José Luis Guridi
Sebastián Badilla y Gonzalo Badilla
Jose Luis Guridi y Sebastián Badilla
José Luis Guridi
José Luis Guridi
Jon Lawson y Richard Ames
Sebastián Badilla, Denise Rosenthal, Fernando Larraín, Pablo Zúñiga
90 minutos
> Simone Pavin dijo: 14 de Mayo de 2011 a las 22:11
Hace tiempo que no leía una critica de cine chileno tan buena. Gracias.
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