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Film Estreno

La nave de los locos El lado bueno de las cosas
Por Andrés Nazarala
El primer trabajo cinematográfico de David O. Russell ya establecía los que parecieran ser sus temas predilectos: la familia y la compulsión. Se trata del desconocido Bingo Inferno: A Parody on American Obsessions (1987), cortometraje que, según la sinopsis disponible en internet, sigue a un hombre que trata de sabotear el bingo local, hastiado de una madre adicta al juego y un padre que pasa todo el día pegado al televisor. Luego vino el largometraje que lo catapultó en Sundance: Spanking the Monkey (1994), centrado en un estudiante de medicina que debe cuidar a su madre enferma. A la disfuncionalidad familiar, Russell sumaba ahora el incorrecto tema del incesto como condimento. La familia sería también el centro de su próxima comedia: Flirting with disaster (1996), con un Ben Stiller neurótico que busca a sus padres biológicos a lo largo de Estados Unidos.
Son, de alguna manera, antecedentes de El lado bueno de las cosas (nominada a 8 premios Oscar e inspirada en la novela de Matthew Quick), donde también hay una serie de conflictos familiares y personajes al borde, además de obsesiones y adicciones varias.
Un violento sujeto con trastorno bipolar llamado Pat (Bradley Cooper) ha sido dado de alta de una institución psiquiátrica, a la que llegó por orden judicial tras agredir al amante de su ex mujer. Sale con la esperanza de recuperarla y con un mantra que repite cada vez que las cosas salen mal: Excelsior, palabra en latín que podría traducirse como "siempre hacia arriba". Los primeros minutos del filme están destinados a mostrar cómo este hijo problemático tiene que volver a convivir con sus padres, interpretados por Robert De Niro, como un obsesivo fanático de los Eagles de Filadelfia (un equipo de fútbol americano), y Jacki Weaver, como una madre sumisa y temerosa.
Hay una escena que refleja la fragilidad mental de Pat. Tras leer compulsivamente Adiós a las armas, de Ernest Hemingway, tiene un ataque de ira al comprobar que el final de la novela no es feliz (no calza con el positivismo que aprendió en las terapias). Como consecuencia, lanza el libro hacia la ventana, rompe el vidrio y despierta a sus padres a gritos en medio de la noche. David O. Russell narra éste, y otros sucesos de descalabro doméstico, confiando en que el absurdo de la situación y las cuotas de violencia intrafamiliar provocarán risas nerviosas, incómodas, como las que se ha empeñado en provocar desde su debut.
Con la aparición de Tiffany (Jennifer Lawrence), una joven viuda depresiva con comportamientos ninfomaniácos, los conflictos se multiplican. Se conocen en una comida y, desde entonces, iniciarán un extraño vínculo, lleno de desencuentros y agresiones, que irá progresivamente transformándose en algo cercano al amor. Contra todo pronóstico, y usando ingredientes que descartaría la mísmisima Nora Ephron –la desaparecida guionista y directora estrella de los romances fílmicos noventeros como Cuando Harry conoció a Sally (1989) o Sintonía de amor (1993)-, Russell terminará construyendo una inusual comedia romántica que, siguiendo el manual del género, corona con un final apoteósico en el que insólitamente el fútbol americano se fusiona con una competencia de baile.
Se agradece que este cóctel de patologías y situaciones sombrías termine acomodándose en los ropajes de la comedia romántica, como si Russell jugara con las posibilidades del género. En este sentido, habría que situar a El lado bueno de las cosas junto a otras apuestas que terminan enalteciendo al corazón desde el lado menos recomendable. Como Minnie & Moskovitz (John Cassavetes, 1971), centrada en el romance entre una desolada curadora de museo que llega a denigrarse para conseguir amor –la gran Gena Rowlands- y un excéntrico cuidador de autos (Seymour Cassel). O, desde un costado más ácido, Harold y Maude (Hal Ashby, 1971), que narra la historia de amor entre una anciana que ama la vida y un adolescente obsesionado con la muerte.
Pero más allá de sus aportes y desafíos en relación al género, El lado bueno de las cosas es una película sobre la subversión frente a los roles que la sociedad nos exige. Pat no hace lo que se espera de él como paciente psiquiátrico –en una de las primeras escenas vemos cómo escupe la pastilla que acaban de darle-, no es un hijo modelo (como su hermano exitista) y la presión social por ser un buen marido terminan volviéndolo más loco. Tiffany, por su parte, escapa a su rol de viuda (la despidieron de su trabajo por tener sexo con prácticamente todos los hombres y mujeres de la oficina) y los conflictos con su hermana –representante del orden, aunque eso signifique tener a su esposo sometido- estallan cada vez que se ven. La dupla protagónica no calza con los modelos y, pese a todo, son capaces de amar, a su propia manera.
Como si tuviera un manual de psiquiatría en mano, Russell nos va mostrando una comunidad variopinta de personajes secundarios que parecen más adaptados y "normales", pero que claramente padecen algún tipo de patología: el cuadro del padre de Pat tiene un trastorno obsesivo compulsivo con fijación por las apuestas; su madre es enfermizamente sumisa; su amigo Ronnie es un tipo condescendiente no puede decir nunca que no ni estar en desacuerdo con los argumentos de otros, etc.
Esta aproximación convierte a El lado bueno de las cosas en una película costumbrista, un retrato de época, de las neurosis, exigencias y esquemas preconcebidos (familiares, económicos, laborales,...) que todos vivimos o padecemos; una comedia en la era de los diagnósticos y los manuales de auto-ayuda, realizada con manejo, conciencia y apropiación del timing humorístico (sin aspirar nunca al gag de carcajadas) y mucha empatía por personajes imperfectos y confundidos que el elenco interpreta con talento e inspiración.
Silver Linings Playbook EEUU, 2012 |
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Dirección: Producción: Guión: Fotografía: Montaje: Música: Elenco: Duración: |
David O. Russell B. Cohen, B. Cooper, D. Gigliotti y otros David O. Russell Masanobu Takayanagi Jay Cassidy y Crispin Struthers Danny Elfman Bradley Cooper, Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Jacki Weaver, John Ortiz 122 minutos |
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