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Film Estreno

Negocio redondo Barrio Universitario
Por Andrés Nazarala
"No me interesan las críticas de la película. Los críticos en este país utilizan la misma vara para medir todos los trabajos. Yo tengo claro lo que se hizo bien y lo que se hizo mal en Barrio Universitario y eso es lo importante".
Lo dijo el director Esteban Vidal en una función especial organizada por la distribuidora BF en Antofagasta. No es difícil darse cuenta de que esta cinta no pretende trascender por sus méritos cinematográficos sino que se trata de una cinta de entretención que busca potenciar en la pantalla grande el éxito que ha tenido El club de la comedia en la televisión. Por lo tanto, todos los comentarios deberían, entonces, ser conscientes de lo que están enfrentando: un producto ligero de consumo que de la mano de Fábula, productora emprendedora e imbatible, ya demuestra la aprobación del público (en una semana lleva más de 116.000 espectadores).
Pero los dichos de Vidal, que más bien parecen un parche antes de la herida, no están aislados. Nicolás López tiene la misma impresión de la crítica chilena y eso lo ha llevado al extremo de esquivar a la prensa especializada –saltándose las tradicionales funciones de prensa con el manipulador comentario de que es el espectador quien debe juzgar- a la hora de estrenar Qué pena tu boda y Qué pena tu familia. Lo mismo hizo el Rumpy con Paseo de oficina, extendiendo una mala costumbre que habla de un nuevo fenómeno: la proliferación de una nueva comedia chilena que tiene todo a su favor –público, salas, distribución, financistas- menos a la crítica. ¿Mala leche de los que escriben de cine? ¿Exceso de esnobismo, como denuncia Vidal? El problema es mucho más simple y más fácil de resolver con un mínimo de autocrítica: son malas películas. Pero más vale que no se sepa, en beneficio de un negocio que puede ser redondo.
La idea de que la crítica menosprecia a las películas de humor no es nueva, pero en Estados Unidos tuvo un revés con la irrupción de la Nueva Comedia Americana y talentos como el de Judd Apatow, cuyo mérito fue adoptar códigos ya existentes –incluso sacados de las más cuestionables cintas ochenteras- pero inyectándoles altas dosis de humanidad y lucidez.
No se le puede pedir lo mismo a Barrio Universitario, pero sí que funcione en su propósito de entretener y sacar risas. Lo que no logra del todo. Primero, porque está construida sobre una serie de clichés que la vuelven predecible. La historia ya la conocemos: joven humilde (Fabrizio Copano) se enamora de chica de barrio alto (Juanita Ringeling) mientras participan en un concurso de robótica. Los amigos y el profesor de él, además de la familia y el novio de ella, alimentan el conflicto central.
En el camino hay chistes "irónicos", en la línea de El club de la comedia y otros derechamente malos ("Ya sé lo que es Sillicon Valley: Cuando las minitz se ponen silicona", dice Pedro Ruminot cuando se entera del premio que ofrece "Un Robot para Chile"), entregados con confusión, perdidos en la indecisión de si apostar por el humor disparatado o la comedia familiar con vocación sentimental.
La falta de definición del tono con el que se quiere entregar la historia se ve agravado por el intento de Vidal de hacer la trama más compleja, desarrollando relatos paralelos que quedan inconclusos, como la inverosímil historia de amor que tuvo el fracasado profesor Guajardo (Luis Dubó) con la "cuica" madre del personaje de Ringeling (interpretada por Antonia Zegers) o el absurdo descubrimiento de dos amigos (Ruminot y Freire) de que en verdad son hermanos siameses, separados al nacer. OK, el filme se basa en situaciones exageradas, de caricatura, pero la coherencia debería ser requisito de toda narración por más disparatada que sea.
La cinta funciona mejor cuando se parece a El club de la comedia, como en una escena en que se recrea un sofisticado comercial de multitienda, pero en Macy's, de calle Banderas. Esto nos lleva inevitablemente a pensar en si acaso no hubiese sido mejor construir el filme con sketches, sin duda, el fuerte de estos humoristas.
Pero Barrio Universitario nos lleva también a otra reflexión: ¿Es necesario transformar en película todo hit televisivo? ¿Por qué el cine es visto como la consolidación de un éxito popular? Lo cierto es que Stefan Kramer funciona mejor en medio del fragor de la TV en vivo –y en sus shows- que congelado en una película que envejece progresivamente. También es el caso de Che Copete, lúcido y picaresco improvisador que protagonizó una de las comedias más malas del cine chileno. Algo parecido pasa con estos humoristas. Los prefiero en la TV, alimentándose de la coyuntura, cocinando gags con soltura, libres de la presión de tener que sostener una historia por 90 minutos. Pero supongo que la existencia de Barrio Universitario responde a motivos que tienen más que ver con el dinero, la industria, la masividad y todas esas obsesiones que desvelan a buena parte de nuestros realizadores.
Barrio Universitario Chile, 2013 |
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Dirección: Producción: Guión: Fotografía: Montaje: Arte: Elenco: Duración: |
Esteban Vidal Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín Pedro Ruminot, Fabrizio Copano Benjamín Echazarreta Javier Estévez Guillermo Donoso Fabrizio Copano, Pedro Ruminot, Sergio Freire, Rodrigo Salinas, Juanita Ringeling 86 minutos |
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