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Cine Francés 2009 Ligero temblor del paisaje

Desafiando los estereotipos, un puñado de películas francesas de calidad se estrenaron durante el año pasado en Francia, dando cuenta de una buena dosis de creatividad y variedad. A continuación, una panorámica parcial, en todos los sentidos del término.

Por Pamela Biénzobas

La constatación fue tan simple como sorpresiva. Con el cambio de año vienen inevitablemente las listas de lo mejor, lo favorito (que no es necesariamente lo mismo). Al establecer una de ellas, eligiendo arbitrariamente como criterio las películas estrenadas en salas francesas durante el año 2009, me di cuenta de que, incluso habiéndome perdido muchos títulos locales, había sido un año excepcionalmente bueno para el cine francés.

Un "mérito" que no es menor de la cosecha 2009 es la gran variedad, para desafiar la caricatura que, hay que admitirlo, muchas veces parte de bases bien reales. De partida, se puede reconocer una cierta ligereza de tono, con bastantes comedias de muy buen nivel. También lo inventivo, con cineastas noveles y consagrados atreviéndose a jugar dentro del cine narrativo. Así, por ejemplo, Alain Resnais regocijó el festival de Cannes con una película de una juventud y frescura extraordinarias, cuando el caballero se acercaba a los 87 años. No es que sea raro que el realizador de Conozco la canción –pero también de Hiroshima, mon amour y de Noche y niebla- demuestre un sentido tan lúdico. Sin embargo, la manera de concebir Les Herbes folles ni siquiera transgrediendo sino reinventando los códigos de puesta en escena y de narratividad (aunque él modestamente lo atribuya a su intento de fidelidad a las experimentaciones sintácticas de la novela L'Incident de Christian Gailly, en la que se basa el film), junto a la influencia explícita del cómic en su cine, dan a la película una sensación de estar filmada no por un viejo experto que ha rodado miles de planos, sino por un joven que ante cada secuencia se pregunta, como si fuera la primera vez, cómo conviene realizarla. Y el director de fotografía Eric Gautier, que ya había trabajado en estudio con Resnais en Coeurs, sigue el juego a fondo, logrando propuestas visuales acordes con el desajuste lógico. Si André Dussollier y Sabine Azéma pueden resultar repetitivos, la presencia de Mathieu Amalric, en un registro totalmente de tira cómica, es mucho más novedosa en la obra del cineasta.

Léger tremblement du paysage de Philippe Fernandez

La originalidad de Philippe Fernandez en Léger tremblement du paysage radica, en cambio, precisamente en su relación irónica con una puesta en escena y unas elecciones de planos más clásicas. No deja de haber un lazo temático con la película de Resnais: mientras en Les Herbes folles hay una reflexión explícita e incluso enfermiza sobre las consecuencias inconmensurables de actos banales, Fernandez analiza, al contrario, los cambios que un evento extraordinario –la caída de un meteorito- provoca en las vidas de sus personajes sin que éstos se den cuenta. La estética y también los cuestionamientos de los albores de la era espacial están explotados con un equilibrio perfecto entre ligereza y gravedad.

Si de comedias se trata, uno de los mayores éxitos del año fue Les Beaux gosses de Riad Sattouf. La hilarante primera película de un autor de cómics supo llegar a todo tipo de público con sus antihéroes, adolescentes normales, espinilludos y torpes, con una puesta en escena lo suficientemente vaga para no encasillarlos en una época o un lugar en particular, y permitir una identificación amplia. El excelente casting da vida con notable eficacia a gags generalmente burdos y previsibles, pero igualmente irresistibles.

Más tibio fue, en cambio, el humor de la nueva película de Emmanuel Mouret, Fais-moi plaisir! El director, guionista y actor nuevamente encontró un punto de partida original para desarrollar una comedia romántica de enredos, pero algo ya empieza a sentirse como fórmula, y el elemento sorpresa comienza a desaparecer. No obstante, y aunque no esté al nivel de Changement d'adresse o sobre todo de Un baiser s'il vous plait, no deja de ser una comedia agradable y bien realizada; y si Judith Godrèche no es la actriz ideal para su rol, Mouret sigue seduciendo con sus personajes de tipo medio pasmado pero esencialmente bueno.

Les Derniers jours du monde de Arnaud y Jean-Marie Larrieu

Les Derniers jours du monde, de Arnaud y Jean-Marie Larrieu, es una propuesta cómica bien diferente: ni inocencia, ni romanticismo amable, ni gag para público amplio. El humor es mucho más cáustico, rudo y crudo. Apostando por el genio y la seducción de Mathieu Amalric, los hermanos llevan adelante una trama basada en abstracciones. El mundo está enfrentándose a su fin, queda claro, pero nadie sabe muy bien por qué. Más allá de la epidemia o de las guerras que puedan resultar, lo importante es lo que la sensación generalizada de la falta de futuro puede inspirar en el comportamiento colectivo e individual; las decisiones que se toman cuando ya nada tiene consecuencias, como evoca un personaje. Flotando sobre un desbordamiento de sensualidad, y siguiendo a un héroe/narrador, el film plantea finalmente cuestiones existenciales básicas, aunque se niega a tomarse muy en serio. La abstracción de la trama, con un héroe a la deriva, y de la situación de fondo, con este Apocalipsis incierto, ponen todo el peso de la construcción en la logradísima creación de ambientes.

Lo humano y lo divino

Pero no todo es risa y ligereza. El aplicadísimo Un prophète, de Jacques Audiard, uno de los títulos más destacados y eficientes del año, fue también uno de los más violentos. Cada efecto está logrado en una película que cruza géneros, que provoca, que molesta y que seduce para contar el ascenso de Malik, un joven prisionero que comienza siendo abusado y manipulado por los poderosos en el patio de la cárcel, hasta transformarse en un jefe intocable dentro y fuera de los muros. Uno de sus principales méritos es que todas las recetas están tan bien seguidas y sobre todo combinadas, que Audiard logra no sólo ejecutarlas, sino también esconderlas.

La Fille de RER de André Techine

Al contrario, una sobriedad (aparentemente) rayana en el desapego caracteriza un film notable que pasó injustamente desapercibido por la cartelera. La última realización de André Téchiné, La Fille du RER, se inspira en un evento noticioso de hace unos años, cuando una joven provocó reacciones del gobierno y hasta de Israel al denunciar un ataque antisemita que resultó ser inventado. Imaginando las motivaciones, y trabajando el tema de la ficción y de la fabulación, Téchiné mantiene su tono frío, distante, que observa sin juzgar. Su extraordinaria sensibilidad para la creación de ambientes a través del montaje mantiene una tensión permanente, que nada tiene que ver con el suspenso o la sorpresa (fundamentalmente ausente debido a la fuente conocida de la historia).

El mismo tipo de distancia, que conjuga interés y respeto por lo filmado, caracteriza la nueva entrega de Frederick Wiseman en su recorrido por las instituciones: La Danse, le ballet de l'Opéra de Paris, una obra virtuosa sobre artistas virtuosos. En este caso, la observación del trabajo de coreógrafos y bailarines hace que la creación adquiera un protagonismo casi tan notorio como el de la estructura administrativa, lo que no impide al documental develar el funcionamiento de una institución sujeta a problemáticas de todo orden, incluso la jubilación de los bailarines. Las 159 minutos de duración permiten que el ritmo decaiga, justamente por el desafío de conjugar los distintos planos, pero al final el talento de Wiseman logra seducir tanto con el retrato del proceso creativo como con la radiografía de una organización.

Un gesto documental dramáticamente distinto es el que conduce el trabajo de Alain Cavalier, que con Irène logró una de esas obras que remecen desde la garganta hasta las vísceras. No por lo patética, aunque podría serlo, sino por lo intensa. Más de treinta años después de la muerte de su mujer, el cineasta decide enfrentar su duelo. Retomando la cámara en primera persona, y mezclando una vez más el exhibicionismo con el pudor, Cavalier comparte una intimidad tan profunda, pero de manera tan delicada (lo que a menudo significa aparentemente desapegada) que logra establecer un lazo no con "el público" sino con cada espectador. En cierta forma, aunque esté recorriendo su diario de vida y revelando secretos, tanto de lo bello como de lo feo de una relación tormentosa, pareciera hacerlo con total discreción. En todo caso el mayor pudor, así como la mayor exposición, tiene que ver con un dolor tan profundo como contenido, que le tomó más de tres décadas afrontar.

El duelo de Mia Hansen-Love con su segundo largometraje, Le Père de mes enfants, es de un carácter radicalmente distinto: vicario, proyectado, ficcionado. Inspirándose en el productor Humbert Balsan, que se suicidó en 2005, y que la apoyó y quiso producir su primera película (Tout est pardonné, 2007), la joven directora pone en escena a un productor que cede ante los problemas prácticos que ya no logra controlar, y en las consecuencias de su muerte sobre su familia. Al igual que en su debut, Hansen-Love maneja con delicadeza las emociones extremas, a través de personajes sobrios y equilibrados.

35 Rhums de Claire Denis

Igualmente apostando por los afectos, pero interrogando la normalidad, 35 Rhums, de Claire Denis, es de una humanidad tan aterrizada como conmovedora. La sensibilidad con que aborda lo más cotidiano transforma a personajes ordinarios, enfrentados a situaciones ordinarias, en una cuasi-épica emocional. En cierta forma la película precisamente habla de que la vida real, concreta, diaria, con sus relaciones interpersonales sencillas y sanas, puede ser la historia más extraordinaria. Un conductor de tren viudo y a punto de jubilar, su hija entrando en la adultez, y los vecinos que de un modo u otro forman parte de la familia, comparten un trozo de vida al son siempre remecedor de Tindersticks, en el trabajo más sensible de una cineasta con reputación de provocadora.

Para terminar, y hablando de provocación, resultaría difícil omitir de la presente panorámica Hadewijch, de Bruno Dumont. La incomodidad expuesta a la ocasión del Festival de San Sebastián persiste, no obstante. La utilización tan pesada de referencias ideológicamente complejas (particularmente del islamismo), pero sin hacerse cargo, perturba la lectura abstracta de la búsqueda de la gracia y del éxtasis religioso. Al igual que su protagonista, a la que las superioras del convento impiden hacer sus votos (e incluso sugieren que su extremismo es una forma de arrogancia) y le sugieren volver al mundo real y enfrentarse a temas reales, la película hesita en su relación con ese mundo real, a riesgo de revelar su deseo de trascendencia como una manifestación de arrogancia.

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