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Salinger y el cine Lo que nunca vimos (y tal vez nunca veremos)

El 28 de enero, a los 91 años, murió Jerome David Salinger. Más conocido como J.D. Salinger, el escritor vivió recluido en su casa de New Hampshire, desde que su trascendental novela "El guardián entre el centeno" (o "El cazador oculto" como también se conoce en castellano) alcanzara una inusitada popularidad. Salinger que practicó todo un dogma contra la frivolidad del mundo literario (obligó a que su novela permaneciera oculta en los anaqueles de las librerías y que no hubiera ni comentarios sobre su contenido en la contratapa ni detalles biográficos en la solapa), tuvo una idéntica actitud frente a las adaptaciones de sus textos al cine: se negó permanentemente. Sin embargo, varios hechos demuestran que su relación con el cine era más de amor que de odio.

Por Andrés Nazarala

Sabemos que la literatura ha sido siempre una eterna fuente de inspiración para el cine y que este matrimonio, a veces disfuncional, ha despertado un debate teórico de nunca acabar. El reciente fallecimiento de J.D. Salinger –para muchos muerto en 1959 cuando decidió retirarse a su refugio de Cornish- ha agitado aún más estas aguas con la incertidumbre como agravante:

¿Cómo hubiesen sido las adaptaciones oficiales de los relatos más importantes del autor, en especial, El guardián entre el centeno?

El gran Jerry Lewis también quiso adaptar a Salinger

El célebre ermitaño nunca cedió a las presiones de una industria cinematográfica obsesionada con sus historias, rechazando propuestas de Elia Kazan, Billy Wilder, Steven Spielberg, Harvey Weinstein, Brigitte Bardot (la diva francesa estaba tras los derechos del emblemático cuento Un día perfecto para el pez plátano) y Jerry Lewis. Este último lo presionó durante los 70 para realizar una adaptación de su única novela, con él mismo (por entonces un cuarentón) en los gastados zapatos de Holden Caulfield, el adolescente protagonista.

Aunque gran parte de las negativas fueron expresadas mediante un impersonal aparataje legal, en 1957 Salinger se tomó la molestia de escribirle a un productor explicándole las razones de su decisión.

"(El guardián entre el centeno) Es una novela muy novelística. Hay escenas listas para ser filmadas –sólo un tonto podría negarlo- pero, para mí, el peso del libro está en la voz del narrador", se lee en un pasaje de la misiva que fue publicada a fines de enero por el sitio Awards Daily.

Y sigue: "Sin mencionar –Dios nos salve a todos- el inmensurable riesgo de usar actores. ¿Ha visto alguna vez a una niña actriz sentarse de piernas cruzadas sobre la cama y verse normal? Estoy seguro que no. Y Holden Caulfield, en mi opinión, es imposible de interpretar".

La argumentación de Salinger –racional y extendida a uno de sus trabajos en particular- sería fácil de leer como una sensata observación sobre los riesgos de llevar a la pantalla una novela armada sobre el monólogo interior del narrador, pero un par de referencias anticinematográficas repartidas por ahí agravan la actitud.

En las páginas de El guardián entre el centeno, el escritor ya nos daba ciertas luces sobre la opinión que tenía del cine a través de una idea que Holden Caulfield elabora en medio de su periplo: "Si hay algo que odio son las películas. Ni siquiera me las mencionen". Y aunque más adelante habla de filmes como Los 39 escalones, de Hitchcock, Holden pareciera considerar que el cine pertenece a todo lo falso ("phony") que la novela se empeña en denunciar.

My Foolish Heart (1949) de Mark Robson

Para qué hablar de los descargos lanzados por el autor en contra de la primera adaptación cinematográfica de uno de sus relatos: My foolish heart, con Mark Robson (El expreso Von Ryan) en la dirección, los hermanos Epstein (Casablanca) en el guión y Susan Hayward en el protagónico. La oferta del productor Samuel Goldwyn de adaptar el cuento Tío Wiggily en Connecticut se transformó en una pesadilla para el escritor neoyorquino, quien se sintió traicionado y se dedicó a denostar públicamente la apuesta. Es que este melodrama con aires de culebrón poco tenía que ver con el relato original; la historia de una mujer que convive con el fantasma de su amante muerto y que, frente a la ausencia, se ha convertido en una persona fría y cruel. Tal fue la decepción del autor que prometió no volver a vender otro derecho para el cine.

No obstante, como también ocurrió con Borges a la luz de su complicada relación con el tango, algunos testimonios íntimos han mostrado, con motivo del fallecimiento del escritor, la otra cara de la moneda: su amor secreto por la pantalla grande.

El biógrafo Ian Hamilton cuenta que en 1943 Salinger había hecho todo lo posible para que su relato, Los hermanos Varioni (publicado en el Saturday Evening Post), fuese llevado a la pantalla, pero no se llegó a un acuerdo. Es por esto que aceptó inmediatamente la realización de My foolish heart.

Lilian Ross, una amiga cercana, escribió en el New Yorker (revista donde el escritor publicó varios relatos) que Salinger amaba las películas, admiraba a Anne Bancroft, odiaba a Audrey Hepburn y había visto La gran ilusión (Jean Renoir, 1937) más de diez veces.

Matt Salinger en el Capitán América (1990)

La misma publicación difundió una columna testimonial de John Seabrook –compañero de universidad del hijo del escritor, Matt Salinger (curiosamente un fracasado actor de cine que protagonizó Capitán America, adaptación que le trajo a Marvel Enterprises el peor dolor de cabeza de su larga existencia)- quien asegura haber visto la película Sargento York, de Howard Hawks, en la casa del autor (que preparó "cabritas" para la ocasión), cinta que formaba parte de su gran colección de películas en 16mm. Según Joyce Maynard, que escribió en sus memorias su larga relación amistosa con el escritor, la colección incluía La dama desaparece (1938) de Hitchcock, The thin man (1934) de W. S. Van Dyke y Horizontes perdidos (1937) de Frank Capra, entre otras, películas que veía junto a sus hijos.

Considerando los testimonios anteriores y el carácter cinematográfico de su obra literaria (una virtud evidente, aunque él mismo lo haya negado), cuesta entender por qué el viejo Salinger nunca quiso ver su mundo reflejado en la pantalla.

Pero pese a la hosquedad y las barreras legales, el séptimo arte siempre ha mirado hacia el universo del autor. Si especulamos, la lista podría ser larguísima: El graduado, Taxi Driver (el hastío de Holden por Nueva York llevado al terreno de lo siniestro), Ghost World (El guardián entre el centeno en clave femenina) formarían parte de nuestro ranking de filmes salingerianos; sin mencionar las cintas que abordan al autor desde lo extra-literario como Buscando a Forrester (basado en la figura del escritor); Chasing Holden sobre un chico fanático de la novela y donde "aparece" Salinger (interpretado por Alain Boggie) o Chapter 27, recreación del asesinato de John Lennon en manos de Mark David Chapman, quien estaba obsesionado con Holden Caulfield (al igual que el pistolero que atentó contra Ronald Reagan en 1981). También está el taxista de El complot, interpretado por Mel Gibson, otro fanático del personaje de la gorra de caza; El campo de los sueños, en la que James Earl Jones encarna a un escritor huraño construido a imagen y semejanza del de Cornish; y si somos detallistas, pensemos en Kyra Sedgwick en Vida de solteros, que definía a su hombre ideal como una cruza entre "Holden Caulfield, Mel Gibson y la Revolución Sexual".

Los excéntricos Tenenbaum de Wes Anderson

Pero de toda lista posible (hecha y por hacer), podríamos destacar dos cintas: Los excéntricos Tenenbaum, de Wes Anderson, esa comedia dramática que nunca ocultó la influencia de los Glass en la configuración de la familia protagónica y Las locuras de Igby, película independiente sobre un adolescente de 17 años de edad (Kieran Culkin) que se escapa del colegio para infiltrarse en el ambiente bohemio de Manhattan. Pese a las evidentes similitudes, el director Burr Steer aseguró que el filme está basado en su vida y no en El guardián entre el centeno.

J.D.Salinger (Foto: Antony Di Gesu)

A modo de conclusión, dos excentricidades: Pari (1995), cinta iraní basada en Franny y Zooey cuyo estreno neoyorquino fue saboteado por los abogados del viejo J.D. y la adaptación de las aventuras de Holden a cargo del artista conceptual Nigel Tomm (2008). Ésta consiste en 75 minutos y 6 segundos de pantalla azul. Ironía posmoderna para gente cool que Tomm ha repetido en varias ocasiones como en sus adaptaciones de Los Hermanos Karamasov o Edipo Rey, todas versiones de 70 y pico minutos de pantallas de un solo color.

La muerte del escritor aparentemente abre la posibilidad de que esta conflictiva situación con el cine  llegue a su fin. Su familia tendría cierta disposición a ceder los derechos de El guardián entre el centeno al cine. Por lo que es posible que la versión oficial, sin trucos, ni excusas finalmente se realice. Tal como Salinger no hubiese querido.

 

 

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