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Festival de Cine de Estambul 2012 La voz de los
sin voz
Turquía, con sus problemas recientes y actuales ligados a las múltiples nacionalidades que la componen –y particularmente a las delicadas cuestiones armenia y kurda- está buscando sus voces; las voces de aquellos que fueron acallados, de aquellos que hoy mismo están luchando y siendo reprimidos. Y parte importante de su más joven producción cinematográfica, de una vitalidad envidiable, trata de dialogar con esas sensibilidades en conflicto.
Por Pamela Biénzobas
Uno de los hilos conductores entre las películas nacionales seleccionadas en el último Festival de Cine de Estambul (Istanbul Film Festivali, IFF), uno de los eventos más importantes de un país con una cultura y una cinefilia riquísimas, era la posición clara y sin ambigüedades condenando los últimos acontecimientos que han puesto en jaque las libertades políticas y de prensa.
La edición número 31 tuvo lugar del 31 de marzo al 15 de abril (tradicionalmente, la primera semana está dirigida netamente al público local, mientras que el evento "internacional" tiene lugar durante la segunda mitad), con más de 200 películas. Secciones temáticas, incluyendo ficción y documental, premieres nacionales o retrospectivas, historias feel-good o trabajos de compromiso político de todo el mundo y para todo tipo de público... el IFF parece tener algo que ofrecer a cada espectador. Como si la famosa "hospitalidad turca" –que define el ambiente del festival- tuviese que aplicarse también al cine, el evento dirigido por Azize Tan es acogedor incluso en ese sentido. Los profesionales pueden tener productivos encuentros e intercambios en los talleres de desarrollo Meetings on the Bridge, los niños pueden descubrir el cine (este año con un programa holandés) y todos pueden asistir a las Master Classes y los paneles con figuras como Terence Davies o Corneliu Porumboiu.
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The Loneliest Planet, de Julia Loktev, con la fotografía de Inti Briones |
Los ejes principales son las dos competencias, con sus "Tulipanes" dotados de importantes sumas de dinero. La Competencia Internacional reunió películas ya presentadas en grandes festivales, y que tenían alguna relación con otras formas de arte en su temática, o eran adaptaciones literarias (como Bonsái, de Cristián Jiménez). El jurado oficial, presidido por Nuri Bilge Ceylan, otorgó el Tulipán de Oro a The Loneliest Planet, de Julia Loktev (basado en el cuento Expensive Trips Nowhere de Tom Bissell, con la sobrecogedora fotografía de Inti Briones), mientras que el premio Fipresci fue para Wuthering Heights, adaptación de la novela de Emily Brontë, de Andrea Arnold cuyo talento evoluciona a pasos agigantados con cada película.
Más interesante para el público extranjero es la posibilidad de ver cine turco reciente. Unos cuarenta títulos fueron exhibidos en diferentes programas, doce de ellos en concurso por el Tulipán de oro (y sus 150.000 Euros). La competencia también concentró la reflexión sobre las brechas de la sociedad turca, ya sea a través de las cuestiones nacionales (particularmente la kurda), o la enorme separación cultural entre un mundo rural anclado por sus tradiciones (sobre todo en Anatolia) y la urbe moderna y occidentalizada. Pero finalmente fue la película que abordó estos temas de la manera más abstracta la que se llevó el Tulipán de oro, además de compartir la recompensa al mejor guión. La elección del jurado oficial, encabezado por el escritor turco Ulusal Yarişma, coincidió con la del de Fipresci: Tepenin Ardı (Beyond the Hill), de Emin Alper, que ya había ganado el premio Caligari en el Forum de la Berlinale.
El primer largometraje de Alper juega con lo sugerido y con los géneros, para construir una tensión creciente a partir de casi nada y hacer un denso comentario sobre el poder y el miedo de los otros. En medio de los cerros, un jubilado se instala a vivir en sus tierras, con un cuidador y su familia. Su hijo y nietos vienen a verlo, y lo encuentran en medio de una disputa con unos enemigos invisibles, unos pastores nómadas al otro lado del cerro que le están matando sus ovejas. Entre las alucinaciones que el nieto mayor sufre desde su servicio militar y los mal disimulados abusos de posición social, sólo la supuesta amenaza escondida permite canalizar la hostilidad y el temor hacia un mismo adversario.
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Inside |
Aunque no se llevó el premio principal, el otro gran ganador de la competencia nacional fue Yeraltı (Inside), una historia de dudas existenciales y rencillas profesionales del veterano realizador Zeki Demirkubuz. Tulipán de oro al mejor director, recompensas para Engin Günaydın como mejor actor; para Türksoy Gölebeyi como mejor director de fotografía; mejor montaje para el mismo Demirkubuz, y la elección de los lectores del diario Radikal. Muchos vieron en esta avalancha de premios un ajuste de cuentas y una mofa directa a Nuri Bilge Ceylan con el que mantiene una rivalidad alimentada por seguidores de uno y otro cineasta.
En el resto de la selección competitiva, la mayor debilidad a menudo resultó ser el guión. Muchos no encontraron la mejor manera de estructurar historias personales, contadas en primera persona, concentrados en encontrar una voz antes de poder preocuparse de la forma del discurso.
En Ana Dilim Nerede? (Where is My Mother Tongue?), Veli Kahraman pone en escena a su abuelo y su angustia ante el peligro de extinción del zazaki, su lengua materna, a medida que siente la proximidad de la muerte. Sintiéndose culpable, comienza a tratar de recordar y registrar lo más posible de ese idioma que no transmitió a sus hijos. La construcción es libre y fresca, acusando por momentos la falta de escritura clara.
Esa ausencia es mucho más notoria en Ben Uçtum, Sen Kaldın, o Ez firiyam tu ma li cih, en kurdo, (I Flew, You Stayed), realizado en la precariedad y la urgencia. La joven documentalista Mizgin Müjde Arslan estuvo incluso detenida por sus investigaciones para este trabajo (como tantos periodistas en este momento en Turquía, a los que se les acusa de lazos con la prohibida organización kurda PKK), que luego terminó rápidamente sin la suficiente distancia crítica para darle un montaje inteligible. Es su muy fuerte historia familiar la que trata de comprender y contar. Cuando su padre, un guerrillero kurdo, partió a la montaña, su madre debió huir, dejándola a ella atrás con sus abuelos. Ya adulta, la necesidad de enfrentar su pasado, y algunos encuentros casuales impactantes para ella la impulsan a lanzarse en el proyecto de documental tras la pista de su padre desaparecido. A través de la gente que lo consideraba como un padre –mientras que ella, su propia hija, ni siquiera lo conoció-, de los abuelos y su relación compleja con el recuerdo de ese hijo cuyo propio padre reniega, y de la madre, que tampoco estuvo ahí para ayudarla a crecer, va retrasando y develando una historia personal, familiar, política y social, en la que la voz sirve aún de frágil testimonio y legado.
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Babamin Sesi |
La evocación del padre ausente a través de su voz está mucho más y mejor escrita en Babamın Sesi (Voice of My Father), de Orhan Eskiköy y Zeynel Doğan, que compartió el premio al mejor guión. Mehmet, un hombre de origen kurdo, a punto de ser padre, vuelve a su pueblo a visitar a su madre y tratar de convencerla de mudarse a la ciudad para que no esté sola. Pero la mujer no está dispuesta a moverse de ahí, esperando noticias de su hijo mayor, que se unió a la guerrilla sin volver a dar noticias. Mehmet aprovecha de buscar, pese a las evasivas de su madre, los casetes que se enviaban como correspondencia cuando el padre, fallecido en un accidente, trabajaba como obrero en el extranjero, manteniendo durante años a la familia desde lejos. Protagonizada por el propio codirector Zeynel Doğan y su madre Asiye Doğan, la película parte de la historia del realizador, pero afortunadamente sin intentar jugar con la confusión entre ficción y documental, que pierde a muchos jóvenes cineastas que descuidan la escritura y la puesta en escena.
Los clichés y la simplificación dramática jugaron en contra de otra película que explora la pérdida de la memoria y las tradiciones nacionales frente a la asimilación urbana. İz-Rêç (Trace), de M. Tayfur Aydın, ganadora del premio especial del jurado, sigue a un hombre kurdo en Estambul que, junto a su hijo (a regañadientes, enfatizando las brechas generacionales y de identidad), trata de cumplir el último deseo de la abuela y enterrarla en su pueblo. Durante el largo y accidentado viaje descubrirán además secretos sobre su pasado, incluyendo el origen armenio de la mujer.
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Lal Gece |
La separación de mentalidad entre el mundo rural y la modernidad de las grandes ciudades también está en el centro de Yurt (Home), primer film dirigido por el actor Muzaffer Özdemir (Uzak, de Nuri Bilge Ceylan), que sin embargo no logra evitar el mismo dejo de esnobismo que se le reprocha a su protagonista, un fotógrafo que vuelve a su tierra, pero ya con la actitud del intelectual urbano.
Lal Gece (Night of Silence), de Reis Çelik, aborda un aspecto mucho más violento de una realidad a menudo olvidada: el tema de las niñas-novias de las regiones rurales de Anatolia. Un hombre de cerca de sesenta años que ha pasado gran parte de su vida en prisión por crímenes de honor, ordenados por su tío, ahora que está libre y al fin puede establecerse, en un pacto para calmar la guerra permanente con otro clan, le arreglan un matrimonio con una niña. La película tiene lugar casi por entero en la habitación nupcial, sorteando con éxito aunque sin mayor originalidad los desafíos que ello supone. A nivel de contenido, lo más discutible y discutido es proponer que todos son víctimas de ese sistema, tanto los hombres como las niñas.
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