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Tesalónica 2012: Abriendo horizontes

Por muy cálido y cercano que sea su ambiente, y por mucho que Grecia esté en pleno descalabro financiero, el Festival Internacional de Cine de Tesalónica (TIFF) en su 53ª edición (del 2 al 11 de noviembre, y la octava de su concurrido mercado, literalmente el "Agora"), sigue desafiando con tenacidad las dificultades que los azotan. (Foto: Berberian Sound Studio)

Por Pamela Biénzobas

En el TIFF se respira un aire de determinación y de resistencia constructiva. Pese a las protestas que se suceden y paralizan al país, el festival intenta mantener su marcha. No es un hecho banal que uno de los eventos especiales de la última versión haya sido la inauguración de la anhelada Cinemateca de Tesalónica, instalada en el museo del Cine que ya existe en el puerto rehabilitado en centro cultural. Tras la ceremonia de rigor y para lanzar la primera programación, "La vida cinematográfica de la pintura", se proyectó Caravaggio, de Derek Jarman. Difícil elegir una obra más pertinente para encarnar el diálogo estético y político entre cine y pintura. Y difícil también para el asistente al festival no dejarse tentar y preferir un clásico a lo nuevo, siendo tan raras las oportunidades de ver en película –poco importaba el desgaste de la copia en 16mm– el intenso y audaz retrato del genio insumiso y su época, así como las puestas en escena de sus obras maestras.

Otra "competencia desleal", que desviaba la atención de las películas más recientes, eran las retrospectivas –tradicionalmente uno de los puntos fuertes del TIFF–, que por lo demás permitieron conversar con Aki Kaurismäki (ver entrevista) homenajeado en Open Horizons, al igual que Andreas Dresen y Bahman Gobadi) y Cristian Mungiu (ver entrevista).

El tributo del programa Balkan Survey fue una excelente oportunidad para conocer los cortometrajes iniciales del realizador rumano, y ver la evolución de su estilo –y de su mirada, cada vez más firme pero también sombría– hasta llegar a După dealuri (Beyond the Hills) y su desesperada visión del peso de la superstición religiosa en la sociedad actual.

Aparte del homenaje a Mungiu, la sección balcánica de este año estuvo dominada por el cine turco, con tres de los siete largometrajes (Tepenin Ardı [Beyond the Hill], Lal Gece [Night of Silence] y Yeraltı [Inside]), sin contar Djeca (Children of Sarajevo), de la bosnia Aida Begic, de coproducción turca.

Your Beauty is Worth Nothing

Menos clara era la naturaleza "turca" de Deine Schönheit ist nichts wert (Your Beauty is Worth Nothing), primer largometraje –y proyecto de título– del kurdo-alemán Huseyin Tabak, que había generado polémica al arrasar con los premios de la competencia nacional del festival de Antalya (Turquía, octubre), pese a ser de producción austriaca.

Ese problema de identidad es la base misma de una película sensible, pese a una factura por momentos pesada, cuya mayor fortaleza es que logra adoptar el punto de vista y la vulnerabilidad emocional de un niño sin reducir la complejidad de las circunstancias. Hijo menor de una familia turco-kurda refugiada en Austria debido al activismo pro-kurdo del padre, el protagonistas trata de hacer frente a su propias crisis de identidad y dificultades de adaptación, a los conflictos familiares por la rebeldía de su hermano mayor (que reniega sus orígenes kurdos y la lucha del padre, reivindicando violentamente su identidad turca), y su primer amor, en un contexto de fragilidad social.

La película se presentó en la sección Open Horizons, una heterogénea vitrina de "lo mejor de la temporada". Allí, al lado de algunos de los principales títulos del año como Holy Motors (Léos Carax), Tabu (Miguel Gomes) o las dos partes estrenadas hasta el momento de la trilogía de Ulrich Seidl, Paradies: Liebe y Paradies: Glaube, encontraron su lugar obras de principiantes y consagrados de todo el mundo.

En ese "horizonte abierto" surgieron algunas interesantes miradas sobre géneros cinematográficos. Si Dead Man's Burden, sólido largo debut del hasta ahora productor Jared Moshe (Silver Tongues, de Simon Arthur), destaca por su manera modesta y depurada de revisitar el clasicismo del western; Berberian Sound Studio, de Peter Strickland, se entretiene jugando y estirando los clichés del horror italiano y del thriller psicológico a través del sonido. El inventivo guión peca en un momento de cierto sistematismo, una vez que su estructura está asentada, lo que no impide disfrutar del dispositivo y acompañar al tímido ingeniero de sonido inglés que llega a un estudio de post-producción italiano a trabajar en un film de horror giallo.

El misterio y el suspenso del policial es el que eligieron los portugueses João Pedro Rodrigues (miembro del jurado oficial) y João Rui Guerra da Mata como excusa narrativa, más que forma para A última vez que vi Macau. Pues en el fondo se trata de un poema libre y personal a la antigua colonia portuguesa en China, impregnado de nostalgia y de una mezcla de extrañeza y de familiaridad perdida, a la vez que un homenaje a los cineastas que los han inspirado.

Museum Hours

Igualmente en "Open Horizons", Museum Hours de Jem Cohen, ofreció otra particular mirada a una ciudad, pero en su caso rechazando géneros y clasificaciones. Viena se va dibujando sutilmente en las reflexiones y el encuentro de dos personajes sensibles y receptivos: una mujer norteamericana que se encuentra casi por casualidad allí, en el tiempo suspendido de unas circunstancias que no controla (una prima en coma en el hospital), y un guardia del Museo de Historia del Arte, con su propia relación al tiempo como materia de observación y reflexión. Museum Hours es una obra hipnótica, de una delicada belleza visual y emocional. Cohen no compartimenta los niveles de narración, sino que deja que todo se combine naturalmente con una fluidez conmovedora.

Esa misma sección incluyó las tres películas chilenas presentes en el festival: De jueves a domingo, Violeta se fue a los cielos y No, que ganó el premio del público para un film en Open Horizons.

En la Competencia Internacional, el principal premio oficial –el Golden Alexander Theo Angelopoulos- fue para la danesa Kapringen (A Hijacking) de Tobias Lindholm, también recompensada por el jurado FIPRESCI. El Silver Alexander, en tanto, recayó en una notable ópera prima, que vino a reafirmar la variedad y calidad general del cine turco actual. Küf (Mold), de Ali Aydin, sorprende por su sobriedad y madurez, evitando las trampas de la emoción fácil o del trazo grueso en su retrato de un hombre obstinado. Pese a las amenazas de las autoridades para que deje de molestar, pese a la displicencia que enfrenta a diario, el modesto empleado de ferrocarriles se niega a dejar de buscar a su único hijo, desaparecido casi dos décadas antes en la represión de una movilización universitaria. Con sutileza, Küf aborda uno de esos temas que, bien tratados, trascienden ampliamente el contexto particular: el derecho y la necesidad de saber, de encontrar a los desaparecidos y enterrar a los muertos.

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