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Tesalónica Doc 2014 Empatía
Del 14 al 23 de marzo tuvo lugar la 16ª edición del festival griego de documentales. Dentro de la gran diversidad temática de la programación –que incluyó homenajes al francés Nicolas Philibert y al desaparecido canadiense Peter Wintonick–, se podía seguir un hilo conductor: la capacidad de mirar al otro a los ojos, y mirar a través de los ojos del otro. (Foto: Song from the Forest)
Por Pamela Biénzobas
Mirar al otro a los ojos. Mirar con los ojos del otro. ¡Qué básico! ¡Qué evidente! Casi infantil. Y sin embargo, ¡qué ilusorio y lejano! A final de cuentas, la empatía es todo lo que se necesitaría para vivir en paz, para vivir juntos en este mundo. La compasión, la justicia, la solidaridad y la equidad seguirían naturalmente.Dentro de su gran diversidad temática y una mirada cinematográfica siempre presente, la línea editorial del Festival de Documentales de Tesalónica está marcada por el humanismo. Por eso no es ninguna sorpresa que buena parte de la programación de su 16ª edición (del 14 al 23 de marzo pasado) pueda conectarse por medio del hilo conductor de la empatía, fundamento de ética y de calidad de toda obra que se dirija a o que trate sobre otro.
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Au bord du monde |
Si la relación entre la empatía y la calidad cinematográfica parece un concepto abstracto, Au bord du monde ofrece no sólo una ilustración sino una clase magistral al respecto. El documental de Claus Drexel (alemán instalado en París desde hace años) no es una mirada al mundo de los "sin techo" que pueblan las calles de la ciudad, sino que es una serie de encuentros con distintos individuos que comparten el infortunio de encontrarse en la calle. Además de esa circunstancia común, cada uno tiene su propio nombre, su propia historia y sobre todo su propia palabra. La forma misma del ganador del Premio Fipresci en Tesalónica está dictada por la empatía. El realizador, ayudado inicialmente por el director de fotografía Sylvain Leser (un fotógrafo que ya tiene un extenso trabajo en las calles de París, y por lo tanto ya tenía la confianza de varios de los protagonistas) se acerca a las personas en los lugares y en las condiciones en que ellas suelen estar. Él y la cámara se adaptan al individuo, posicionándose horizontalmente, a la altura de los ojos de cada persona. Pese al voluntario contraste entre la miseria y la belleza del París nocturno (en particular en la apertura y cierre), Drexel está a las antípodas de cualquier sensacionalismo, idealización o explotación. Lo que filma no son entrevistas, sino extractos de conversaciones en que cada uno se expresa con un discurso propio, libre y por lo tanto absolutamente digno.
La voz de Drexel, a quien no vemos, está muy poco presente. Pues lo que importa es mirar a los ojos y escuchar al otro, no mirarse ni escucharse. Una de las ocasiones en que sí se le oye es en su intercambio con Christine, arropada en una manta térmica fuera del magnífico Jardín de Plantas de París. Cuando la nieve empieza a caer, en lugar de quejarse, ella admira su belleza. El director le pregunta si acaso no tiene frío, y Christine, mirándolo de frente, casi preocupada, le responde con una candidez sobrecogedora que es exactamente lo que ella le iba a preguntar a él. Au bord du monde es una clase magistral de empatía en el cine y en la vida.
Entre selvas
Un requisito básico para la verdadera empatía es una consciencia clara sobre lo que nos diferencia. En ese sentido, la perspectiva occidental con que está realizado el documental Song from the Forest, que trata en gran medida del pueblo pigmeo Bayaka de África central, es una garantía de honestidad. La ópera prima del alemán Michael Obert, que le valió el primer premio del IDFA 2013, habla precisamente de las brechas culturales más profundas, y de la fuerza pero también los límites de salvar las distancias.
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Song from the Forest |
Al construir su narración naturalmente en torno a Louis Sarno, un músico e investigador de los Estados Unidos, Obert evita la pretensión arrogante de "explicarnos" un otro tan radicalmente distinto. Sarno, tras 25 años formando parte de esa sociedad –pero lúcido sobre sus diferencias insalvables–, sí puede atribuirse el rol de intérprete e introducirnos, siempre desde su punto de vista asumido de occidental, a su comunidad adoptiva.
En medio de los cuestionamientos y reales urgencias que están enfrentando él mismo y los suyos (desde problemas de salud o deforestación hasta la devastadora y sanguinaria guerra), Sarno tiene que hacerse cargo de otro desafío de la interculturalidad: llevar a su hijo preadolescente a Nueva York, y mostrarle "su" selva.
Más allá de la belleza indescriptible de la música o de los aspectos más anecdóticos (como la participación de Jim Jarmusch, viejo amigo de Sarno) que salpican el relato, el acierto de Song from the Forest es mostrar la posibilidad real de una empatía que supera lo adquirido culturalmente al recurrir a lo que nos hace a todos fundamentalmente humanos.
Desnudando el dolor
Mirar de frente el dolor de los más vulnerables. Mirar sin poder ofrecer más que empatía y compasión. Sentirse minúsculo e impotente. Si el sufrimiento psiquiátrico de niños y adolescentes es casi tabú es porque es demasiado duro de enfrentar. En El cuarto desnudo, la española Nuria Ibáñez lo hace con respeto y sobriedad, instalando su cámara en una consulta de admisión de un hospital psiquiátrico infantil de Ciudad de México, permanentemente en plano cerrado sobre el joven doliente.
La voz de los adultos (médicos o eventualmente pariente acompañante) interviene por momentos desde fuera, en una decisión eminentemente ética: el documental no ofrece la escapatoria de tornarse hacia otra "autoridad" en la que podríamos delegar una cierta responsabilidad sobre el dolor del niño. No, esa persona desamparada a la que estamos mirando de frente probablemente seguirá sufriendo, a pesar de las mejores intenciones de quienes lo acompañan. Nos lo dicen sus ojos, que la cámara no evita; que la cámara acompaña a pesar de la impotencia. Nos lo dice su voz (cuando no optan por el silencio), con sus propias palabras frágiles y dolidas. A fin de cuentas el respeto de mirarlos y escucharlos, la empatía y la compasión, es lo único que tenemos al alcance para ofrecerles.
Postales desde el infierno
Hay películas que uno querría que no existieran. Que preferiría ignorar, nunca haber visto. Y que sin embargo agradece que se hayan hecho. Return to Homs, firmada por Talal Derki, es una experiencia amarga y dolorosa porque hace sentir con inclemencia la impotencia frente al dolor ajeno y enfrentar una inextricable complejidad de la que no tenemos la clave. Y pese a todo, detrás de la destrucción, detrás la violencia desgarradora (incluyendo la desgarradora decisión de recurrir a la violencia), la película está iluminada por una luz rara, que viene precisamente de la capacidad de compasión.
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Returns to Homs |
Con una calidad de factura extraordinaria para un trabajo realizado en la urgencia de los hechos, Return to Homs presenta el recorrido de un grupo de jóvenes envueltos en el torbellino de la revolución Siria. El carismático héroe principal es el ex-futbolista juvenil Abdul Baset al-Sarout, convertido en líder de la oposición pacífica en la primavera de 2011, hasta que esta ya no es una opción frente a la represión brutal del régimen de Assad, y decide tomar las armas. El principal desafío descrito, desde su título, por el triunfador de Sundance (categoría "documental extranjero"), es la necesidad de los militantes de volver clandestinamente a la ciudad sitiada de Homs, para intentar romper el asedio desde el interior.
Derki monta un material delicado, al que aceptamos adherir o no, sabiendo que la resistencia siria es un campo minado de otros extremismos. Los protagonistas parecen transparentes en sus motivaciones y cuestionamientos; motivaciones que perfectamente pueden haberse transformado en los pocos meses que han pasado desde el corte final del film, terminado en pleno desarrollo de su acción. Así, además de la emoción vehiculada y de la calidad narrativa del montaje final, la película ofrece un valioso documento de la realidad al interior de la resistencia, del corazón mismo de una región cuya población está siendo asesinada despiadadamente por sus propios líderes. Y nos ofrece también la terrible oportunidad de acercarnos por un instante, desde la lejana comodidad y seguridad de nuestra protegida realidad, y tratar de abrazar la mirada de quienes viven bajo las balas y las bombas de Assad; de empatizar con el guerrillero que hace poco era un adolescente jugando fútbol. Una oportunidad dolorosa y desagradable. Hay películas que uno querría que no existieran, y sin embargo agradece que se hayan hecho.
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